En 1.983 una de las personas que fue importante en mi
vida, Juan José MULET, orfebre y propietario de varias joyerías, sufrió un
espectacular atraco por parte de tres individuos que a punta de pistola y de
forma violenta inmovilizaron a las personas que estaban presentes en el
interior del establecimiento, les conminaron para abrir la camara acorazada, rápidamente procedieron al expolio de todas las piezas
expuestas y las que estaban guardadas en el interior de la caja,
independientemente del valor de la mutua
amistad que nos unía, por mi parte colaboraba auxiliandole en la administracion
de la contabilidad hecho que me permitia la evaluacion a la que ascendía el
inventario de conjunto de piezas expoliadas, el efecto moral peyorativo que
genera el hecho en el estado animico de la persona es muy fuerte incluida la sensacion
de indefensión que queda como poso indeleble en el pensamiento.
Hablo con conocimiento de causa con respecto este último
apunte ya que pocos años después un colega de la vecina ciudad de Amposta
propietario de la joyería mas pujante de la zona sufrió en sus propias carnes
otro terrible atraco que lo sumió en un total desanimo y decaimiento ya que las
circunstancias fueron del todo desgraciadas, todo aquello desemboco en otro
hecho terrible que acabo quitandose la vida con su propia arma.
Los dos estábamos federados como tiradores y eramos socios
fundadores de nuestro club local, extremadamente responsables y prudentes cuando
teníamos nuestras armas en las manos, sabíamos perfectamente las circunstancias
dimanantes de su uso inadecuado.
El Reglamento de Armas vigente preveia la
posibilidad de solicitar la licencia de armas tipo “B” (la de color rosa en la
época) otorgaba la autorizacion para el porte y uso de armas cortas, la concesión de la misma según el texto
legal sera siempre “a discreción de la Dirección General de la Guardia Civil”,
uno de los poquisimos conceptos que en la época podía tener viabilidad para
conseguir la citada licencia era la pertenencia al sector del gremio de joyeros y orfebres,
comerciante, representante o viajante provisto de muestrario real, como
encajábamos en estos conceptos, por su parte como orfebre-comerciante y la mía
como viajante – representante, adjuntamos a nuestras solicitudes los justificantes
correspondientes que avalaban nuestra petición y el expediente paso por el
filtro de la información pertinente de la Intervención de Armas haciéndolo
seguir a la jefatura de la Zona para su
refrendo, en pocas semanas el Subdirector
General de la Guardia Civil, firmo la concesión de nuestras licencias.
He querido hacer mención de
este asunto, pues dentro de todo siempre tenemos que agradecer a la comandancia
local de Tortosa a su capitán en
especial y a su equipo, quienes en definitiva teniendo en cuenta el aporte de
nuestras respectivas documentaciones y comprovantes, siempre es primordial el
informe favorable que se emite a nivel local el que mueve positivamente la
solicitud ya que a todas luces su concesión es una muestra de confianza en el
individuo por parte de la Institucion que por ley está en posesión de la
“discrecionalidad” para concederla.
Dejo aclarado desde estas lineas nuestra
gratitud por el hecho, gracias a Dios jamas tuvimos necesidad de hacer uso de las mismas ni
siquiera en grado de intencionalidad, lo que si puedo asegurar que en nuestro
caso nos daba un grado de tranquilidad “por si acaso” sabíamos perfectamente
que una decisión errónea en la “extraccion” por una causa banal podía
desencadenar consecuencias imprevisibles.
Volviendo a nuestro caso
personal estábamos muy habituados a manejar practicamente todo tipo de armas
cortas ya que en la galeria de tiro, practicabamos todas las modalidades de tiro que habitualmente se convocaban concursos, pero repito teníamos una prudencia y un respeto muy exaustivo para
con las mismas.
La SW 66 3” cal. 357 mg. era mi arma para defensa personal y el MAUSER de 3” cal. 38 sp. fue la de
Juan Mulet
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